Y eso lo digo sin siquiera dudarlo. Estoy absolutamente convencida.
¿Por qué? Porque vivo rodeada de milagros, de personas maravillosas y siempre las cosas salen bien cuando les pongo el corazón.
Tenía ganas de escribir este post el sábado, pero quedé tan emocionada después de terminar el primer día del taller «Manifestar a lo grande» que no conseguí juntar dos letras con coherencia. ¡Qué experiencia tan maravillosa vivimos el sábado! Y necesito empezar esta historia por el principio.
¿Cómo nació este taller? Este era un anhelo de Carolina y mío desde hace tiempo. Yo digo que nosotras somos siamesas y que nos separaron al nacer, porque hemos vivido vidas muy distintas, pero somos tan parecidas, que seguro somos siamesas en el mundo espiritual.
Nos conocimos en una red social llamada Clubhouse y con el tiempo fuimos forjando una amistad tan maravillosa, que la agradezco y la honro cada día.
En una de estas conversaciones de un día cualquiera, yo le cuento que tengo que hacer este taller, porque «me bajaron esta información». Así decimos cuando los Guías nos mandan indicaciones, deberes o tareas que ya vienen claras y completas y con una orden precisa de realizar. Le pedí que por favor lo revisáramos y ella, que es un alma maravillosa, me dijo que ella iba a ser una parte muy importante (los guías le bajaron en ese momento la información) y allí se dio inicio a la creación de este taller.
Pero, hagamos un inciso, hay una cosa que es importante dejar muy claro. Nosotros, en nuestra vida terrenal, perfectamente imperfecta, no controlamos nada. Repito, NO CONTROLAMOS NADA. Creemos que tenemos el control, pero es pura ilusión. Entonces, ya puedes empeñarte en que quieres/te conviene/debes hacer algo en un momento determinado, que no saldrá en ese momento, sino que terminará saliendo en el que toca. En el momento perfecto. Y eso fue lo que pasó con este taller.
Yo quería hacerlo antes de fin de año, pero llegó la intoxicación, los ingresos en urgencias… imposible.
Con la llegada del nuevo año y esta súper energía de acción, volvimos a retomar el tema, le dimos forma y lo lanzamos. Me lancé al vacío sin red.
Yo quiero explicarte lo que implica lanzar un taller como este. Al menos para mí.
Yo siento que es como un lanzamiento al vacío sin red, pero con la fe del arcano «El loco». Si no has visto esta imagen, el loco es este:
¿Ves que está justo en el borde, que está en movimiento y que solo mira hacia arriba como si nada pasara? Eso es la fe. Esa es la fe del loco. Es la fe de que Dios está con él. Es la confianza de que aunque tiene solo un bolso pequeño, tiene todo lo que necesita. Y pensar que creíamos que el loco no sabía lo que hacía…
Pues así me lanzo yo a esto. ¿Crees que no me pasa por la cabeza que nadie se apuntará? Pues sí, en algún momento me pasa por la mente, pero yo lo trabajo con luz y amor y dejo ir ese miedo antiguo. Y así me entrego a la labor de transmitir luz, de transmitir lo que he aprendido y de transmitir todo mi amor.
Y lo que haces con amor, florece, eso es así.
No sé cómo explicarte lo feliz que me hace dar clases. Transmitir lo que sé y compartir lo que he aprendido. Pero te vas a reír cuando te explique que alguna vez pensé que no servía para eso.
Vamos a dar un viaje en el tiempo, al año 2002. Hace muchos años. Me gradué de economista el año anterior y comencé a trabajar en un banco como ejecutiva de negocios. En el primer año de estar en esa posición me empezaron a enviar a diferentes ciudades a explicar un nuevo proyecto que estábamos implantando y sus productos. Tenía presentaciones en diferentes ciudades, con variados equipos de trabajo.
Hasta aquí todo bien. Pero no te he explicado lo gracioso. Todo el mundo bostezaba en mi clase. Veía cómo la gente intentaba mirarme fijamente y se les iban los ojos de sueño. Ahora me da risa, pero en ese momento era frustrante, porque pensaba que mi voz era monótona, que era aburrida y, ¿cómo podía hacer mi trabajo, entonces? Y mira que lo intentaba: cambiaba de tono, lo trataba de hacer interactivo… con el mismo resultado siempre.
Esa época pasó y ahora avanzamos en el tiempo hasta 2012. Ese año estuve practicando pilates con la mejor profe del mundo. Iba dos días a la semana y lo disfrutaba muchísimo. Un día, ella estaba ronca, no podía hablar y me pidió que yo fuera su voz, ella me decía qué decir y yo lo repetía en voz alta.
Al final de cada clase, ella hacía una relajación, que ese día me tocó hacer a mí. Cuando acabamos, nos dimos cuenta que una compañera se había quedado dormida. Leíste bien, dormida, dormida. Jajajaja. Y yo con esa vergüenza, le digo a mi profe: «ay, hice que se durmiera, qué aburrida tengo que ser». Y me dijo: «eso significa que se relajó y ese era el objetivo, lo hiciste muy bien». ¡Oh! ¡Qué diferencia! Ver que lo había hecho bien me dio esperanza. Eso se sentía bien.
Si ahora volvemos a 2023, puedo decir que tengo a mis espaldas muchas meditaciones guiadas de todo tipo: en grupos, individuales, en directo, grabadas… y todas con el resultado de gente relajada, feliz y en paz.
En los vídeos el comentario más repetido es: «tu voz me da paz».
¿Y en las clases, qué? Que la gente las disfruta y no se duermen. ¡No se duermen! Una auténtica maravilla.
Y si piensas que este post acaba conmigo echándome flores a mí misma, aciertas, porque no tengo abuela, jajaja. Pero, aparte de ese pequeño detalle, ¿ahora ves por qué digo que soy afortunada, con todas las letras y sin fisuras?
Porque estoy convencida que este es mi propósito de vida. Que gracias a ti, que estás aquí leyéndome, gracias a todas esas personas que ven mis vídeos y gracias a todas aquellas que van a mis talleres, puedo conseguir eso. Ser feliz, haciendo lo que me gusta y dando un servicio de luz y amor.
Soy muy afortunada. Y todo gracias a ti.
¿Qué te ha parecido esta historia? Déjame mensajeros de amor, que me encantará leerte. Y, por cierto, este sábado es la segunda clase y aún tienes oportunidad de apuntarte. Si te animas, escríbeme y te mando la info y la primera clase en vídeo.
Te quiero. Que no se te olvide.
