Esta conversación se me ha hecho repetitiva estos últimos días.
Me encuentro con tantos pacientes que han perdido, de forma voluntaria, el timón de sus vidas. Que están supeditando su trabajo de alma, al trabajo de alma de otros.
Y aquí me quiero explicar.
Todos tenemos un trabajo de alma. Un plan que hemos venido a desarrollar y que hemos pactado antes de venir aquí. Ese plan lo vemos en consulta con la estructura energética y los senderos de vida.
De acuerdo a este plan y a este trabajo, tenemos un camino que recorrer, unas herramientas que nos ayudarán y unos compañeros de aprendizaje con los que recorrerlo. Y, de pronto, en algún momento del camino se nos olvida todo esto.
¿Cuándo se nos ha olvidado que tenemos que seguir nuestro camino? ¿Cuándo se nos ha olvidado que tenemos el poder de decisión? Que nadie sabe mejor lo que necesitamos, que nosotros mismos.
¿Acaso es por comodidad? ¿O por qué es, entonces?
Cuando yo decido poner en manos de otros mi vida, mis decisiones, mi destino, lo que estoy haciendo es supeditar mi trabajo de alma al de ellos. Es decir, lo que cada persona decide es lo mejor para esa persona, pero no necesariamente es lo mejor para otra, ni va en concordancia con el trabajo de alma de otra.
Y nuestra alma siempre busca su camino. Busca darnos todo tipo de avisos para que hagamos caso, para que no nos desviemos de nuestro camino y retomemos la senda que nos corresponde. No esperemos a que esto pase. Porque los avisos pueden ser de todo tipo y no queremos este tipo de «anécdotas» en nuestra vida.
Las enfermedades son un tipo de aviso, que no deberíamos necesitar, pero que son casi el «último recurso». Son el grito del alma. Y hay que prestar atención a las señales previas.
Tenemos que mirar nuestro camino, cuidarlo, cubrir nuestras necesidades. Tomar responsabilidad de nuestra vida. Asumir el poder que tenemos. Sacar el coraje que llevamos dentro.
Y vivir. Y tomar decisiones. Y vivir. Y conducir la vida con nuestro timón. Y vivir.
Vivir, sobre todo. Con todo lo que eso implica y todo lo que eso nos regala. Porque aquí estaremos el tiempo que estemos y vale la pena estar aquí viviendo a plenitud, por los que ya no están.
Gracias por leerme, no te olvides que te quiero.
Este post se lo dedico a mi querido y recordado Arnaldo José padre. Que Dios te reciba con amor.